La inteligencia afectiva es vital para nuestro bienestar e impacta en tu día a día. Aprender a reconocerla, desarrollarla y gestionarla puede cambiar tu vida.
Como todas las inteligencias, la afectiva es modificable, autónoma y esencialmente cultivable, y nos lleva a administrar las situaciones afectivas a las que a diario nos vemos expuestos.
Son muy distintas, ¡vaya que sí!. Pero ambas vitales, para ti y para mí. Desarrollarlas permite que vivir con uno mismo no se convierta en un
lugar hostil. Y eso permite paz y alegría para vivir.
La inteligencia emocional es un campo amplio y necesario, pues en
nuestra naturaleza humana está el “sentir”. Alfabetizarse, comprenderlo y
aprender a gestionarlo es un pasaporte para el bienestar. La inteligencia
afectiva es la expresión de la capacidad de amar, discerniendo y
optimizando las diversas clases de afectividad e integrando la gratitud, la
compasión, la humildad o el compromiso de la incondicionalidad. Ambas
inteligencias viven en ti, la pregunta es si tú las estás dejando fluir.
Abrir tu corazón al amor es abrirlo a nuevos espacios de exploración del mundo emocional.
Un vínculo afectivo debe cuidar los espacios del “yo”, el “tú” y el “nosotros”. Aprender a gestionarlos de una manera equilibrada es fundamental para la salud emocional de la relación y la autoestima de cada uno de los miembros.
El exceso o el defecto de cada uno de esos espacios es una fuente inequívoca de disrupción en la relación, que está detrás de un gran número de fracasos amorosos. Sin embargo, cuando se comparten y co-construyen desde la complicidad, la sintonía y el respeto, todos los espacios personales se enriquecen, incrementando la afinidad en la relación de pareja. Recordemos que amar con cerrojos no es amar en absoluto, puesto que ningún corazón sobrevive en una jaula.
Todos los vínculos se co-construyen. Cada relación, sea una relación de pareja o de cualquier índole, es un ente vivo y dinámico que juega a equilibrarse y a desvencijarse.
Nos compensamos, nos unimos y nos descubrimos. Es como si toda relación transcurriera encima de un balancín. A nivel emocional, puedes ocupar tu lugar ejerciendo un rol de cierta dependencia y actitud infantil (estado de niño/a emocional), o desplegar con rol paternal, para proteger y dirigir (estado de padre/madre emocional), o converger como un compañero, tratando al otro de igual a igual (estado de adulto/a emocional).
Habitualmente las relaciones que llegan a puntos de no retorno, tienen de fondo desequilibrios en estos roles, dificultad para acompañarse con trato de igualdad, o diferencias de madurez emocional que cuestan de gestionar.
Pero, ¿qué factores intervienen para que se dé una u otra alternativa?, ¿qué podemos hacer entonces para gestionar equilibradamente una relación? Te invito a descubrir más.
La inteligencia afectiva es vital para nuestro bienestar e impacta en tu día a día. Aprender a reconocerla, desarrollarla y gestionarla puede cambiar tu vida.
Si tú no fueras tú, sino otra persona, conociéndote como te conoces, ¿estarías dispuesto a enamorarte de ti?
Si tu respuesta no resulta afirmativa, ¿cómo esperas entonces que otros sí lo hagan, que quieran darte lo que tú mismo no te puedes brindar? El amor que obtengas siempre será́ proporcional a la capacidad de amar que hayas logrado desarrollar.
Cambiarás tu entorno afectivo si te amas a ti mismo de forma honesta, y eso implica la valentía de conocer y abrazar todas las facetas claroscuras de ti.
Parece sencillo entender nuestra capacidad de amar, pero no siempre lo es. Nos desconocemos a veces, pero otras, nos conocemos tan bien… Si quieres mejorar tu dimensión afectiva, comencemos por mejorar al protagonista de dicho mundo, y ese lleva tu nombre.
Uno de los retos más importantes que acompaña al ser humano a lo largo
de su vida es el de aprender a amar. Para ello, conocer la ruta que permite
desarrollar la capacidad de amar es la clave fundamental.
Si deseas
mantener una relación de pareja que sea afectiva y perdure en el tiempo,
quererse no es suficiente.
Querer, esencialmente, no es lo mismo que
amar.
Es fundamental conocer y practicar los pasos del camino que llevan
desde el querer al amar. Si lo deseas, te los puedo presentar.
Un libro que te ayudará a convertirte en el arquitecto de tu vida, conociendo materiales de valor con los que emprender tu construcción: