Muchos de los eventos que suceden en la relación de pareja y las maneras que usamos para enfocarlos y atenderlos, no son más que reflejos de nuestras heridas emocionales.
Las heridas emocionales están formadas por un componente cognitivo más un componente emocional. Juntos se registran formando un engrama o impronta mental que se implanta en tu memoria y condiciona tus pensamientos y acciones mucho más de lo que puedas imaginar.
No, no es lo mismo.
La primera transforma tu vida, la segunda sólo tus ideas.
La cultura emocional consiste en conocer y acumular información sobre nuestra faceta emocional. Esto permite abordar cognitiva y teóricamente la resolución de las situaciones de índole emocional. Sin embargo, la inteligencia emocional incluye el diferencial paso a la acción.
Las personas que la cultivan implementan lo aprendido para desarrollar las habilidades que les permitan mantener una gestión más equilibrada de su personalidad. No se trata sólo de conocer, sino de aceptar, administrar, responsabilizarse, optimizar y evolucionar.
Te invito a trascender las fases de leer, escuchar y opinar, para pasar a aplicar. Si te atreves a dar el salto de cultura a inteligencia emocional, todo cambiará. Y cambiará para mejor. Si lo deseas, te acompaño a saltar.
Aunque parezca mentira, nuestra manera de amar, si se trata de amar de verdad y de manera duradera, no es algo que suceda espontáneamente. Y nuestras elecciones afectivas, están muy condicionadas por las heridas emocionales que habitan en nosotros. Ellas desempeñan un rol decisivo en la estructuración de nuestros patrones afectivos e influyen más de lo que nos imaginamos en las dinámicas y devenir de nuestros vínculos amorosos.
De hecho, muchas de las cosas que suceden en la relación de pareja y cómo las enfocamos, no son más que reflejos de nuestras heridas emocionales. A veces pueden tener efecto adaptativo, y otras impactar de manera disfuncional y como antesala del caos, lo cierto es que siempre tienen voz.
Si vivimos juntos, recuerda que se unirán a la mudanza tus heridas emocionales y las mías, y en el hogar siempre seremos más de dos.
Gestionar las heridas emocionales de manera eficaz es liberarse de condicionamientos y de anclajes convertidos en hábitos. Es tener que superar las resistencias que el cuerpo y el inconsciente de manera natural presentan. Es ser valiente para abordarlas en su multifacética totalidad.
Para esto, es fundamental tener en cuenta que, desde la perspectiva neurocientifica, se contempla que los cambios terapéuticos que modifican tus conductas, se gestan de dentro hacia fuera. No consiste en cambiar un comportamiento o pauta concreta, sino aquello que lo sostiene internamente. Así, los cambios emergen tras atravesar tres niveles: el bioquímico, el funcional y el estructural. Cada uno de ellos tiene su ritmo, su mecanismo y su impacto. Conocerlos es indispensable, para que, llegado el momento de acometerlos, se efectúen de la manera más asertiva y eficiente posible.
Muchos de los eventos que suceden en la relación de pareja y las maneras que usamos para enfocarlos y atenderlos, no son más que reflejos de nuestras heridas emocionales.
Hay dos tipos de personas: aquellas que entienden el perdón como una
fuente de liberación y las que lo viven como una fuente de esclavitud. La
diferencia entre ellas es simple: las primeras lo ejercen; las segundas, no.
El rencor pilota tu vida cuando vence ante el perdón. Sostener el rencor es
vivir internamente en un páramo, donde el terreno para que crezca el
amor es yermo, raso, desabrigado y desolador. Es soñar en pretérito y
hacer arqueología emocional, en vez de proyectar hacia delante y
construir arquitectura emocional.
Aprender a perdonar es un pasaporte
para menguar la fuerza de tu herida emocional y a vivir con liviandad. Si te
atreves, te acompaño a descubrir más.
Paradójicamente las heridas emocionales son necesarias para el desarrollo de nuestra personalidad y, bien gestionadas, podemos incluso disfrutar de los beneficios que nos ofrecen. Pero ahí está la clave, en gestionarlas. Es importante hacer esto porque ninguna herida es un destino. Lejos de ello, deben ser consideradas como herramientas impulsoras en nuestro camino.
Precisamente, la situación problemática y no deseada ocurre justo cuando hacemos de ellas un “lugar” en el que permanecer demasiado tiempo. Para convivir adecuadamente con ellas y optimizarlas, asumirlas es un paso necesario, saludable y beneficioso debido a dos motivos principales: por una parte, porque así se puede reducir parcialmente la afectación fisiológica que conllevan y, por otra, porque todas ellas proporcionan beneficios en las diferentes áreas de desarrollo de las personas que las tienen.
Pon tus heridas a tu favor. Si lo deseas, te acompaño a descubrir la “cara oculta” de las heridas, sus beneficios.
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